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Fue un día muy especial para mí porque realmente quería el regalo y en
ese momento sólo tenía celular quien podía comprarlo, no era como hoy que tú no
tienes suficiente para comer, pero tienes un iPhone.
Recuerdo que pedí el celular más moderno de la época. Mi padre hizo un gran
esfuerzo financiero para cumplir con mi deseo, pero él gastó mucho menos que en
una fiesta de 15 años. Abrí la caja llena de expectativas, yo quería disfrutar
mi nuevo juguete.
De frente busqué EL
MANUAL, tenía mucho miedo de hacer algo mal y perder mi celular antes de
empezar a usarlo, porque estaba segura de que no iba a tener otro. Cada pequeño
botón que yo tocaba leía un par de veces el bendito manual para no echar a
perder mi nueva fase de chica moderna. Después de leer todo el manual me sentía
más segura en cada paso que daba al usar mi teléfono celular. Puse el manual en
mi bolso y lo llevaba dondequiera que iba, cada vez que tenía un poco de tiempo
me ponía a leerlo otra vez porque mi idea era utilizar el teléfono de la mejor
manera posible.
Hasta hoy soy así, cada vez que me compro un teléfono nuevo no me separo
de su manual para no perder cualquier ventaja que pueda darme. Yo sigo todas
las instrucciones. Lo que no se recomienda hacer, no lo pienso dos veces en no
hacer. ¡NO lo hago! Quiero que la batería tenga su máxima vida útil posible y,
por supuesto, quiero disfrutar de todos sus beneficios.
Nosotros los cristianos también tenemos un Manual. Viene con todas las
instrucciones para el mejor funcionamiento de nuestra fe. Trata de todos los
asuntos relacionados con nuestra vida cotidiana, nos enseña cómo prevenir los
problemas que puedan surgir y cómo resolverlos. Nos enseña el número de
servicio al cliente y nos muestra cómo utilizar cada área de nuestra vida de
manera útil y provechosa. Este manual es la Biblia.
Haz que tu vida valga la pena, ¡lee el Manual!
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