Acepté a Cristo a los 14 años de edad, pasé la mayor
parte de esta nueva fase de mi vida en el colegio. Confieso que yo no fui el
mejor ejemplo durante mucho tiempo, pero parte por falta de madurez, a veces
sentía vergüenza decir que era de Jesús. Pero cuando ingresé a la universidad,
ya con 22 años, decidí que sería diferente, yo no sería una cristiana 007 y
vestí la camisa para defender mi fe en mi ambiente de estudios. Por supuesto
que no fue fácil, gané algunos enemigos (profesores ateos), algunos fueron
claros y directos en su deseo de ridiculizarme por creer en la Biblia como
verdad absoluta. Traté de encontrar el equilibrio entre el respeto a mis
autoridades y defender mi fe. Durante mucho tiempo logré mantener el
equilibrio, hasta el día en que un profesor obstinado a dar forma a mi carácter
(para no decir "poner a prueba mi paciencia") fue muy insistente en
demostrar que yo era una tonta por creer en las "fábulas bíblicas."
Conté hasta un millón, traté de responder con cortesía y respeto, pero luego
llegué a mi límite y exploté. Me levanté de mi asiento, le di una respuesta del
tipo "si no lo crees es tu problema, pero no me molestes", y salí del
aula.
Inmediatamente mi mente fue bombardeada por todos los
versículos sobre autoridades que yo ya había memorizado, todas las prédicas
sobre el tema que yo ya había escuchado y peor aún, que yo había dado un mal
testimonio. Me sentí muy mal, yo estaba llorando en el pasillo con una amiga de
la iglesia y condenándome por mi actitud inesperada. Me daba vergüenza regresar
a clases, pero la verdad es que nadie comentó sobre el asunto después. No sé lo
que dijo el maestro después que yo salí de la clase, menos aun lo que todos
pensaban de mí ahora. Yo misma me crucificaba. Me fui a casa muy desanimada, el
camino de regreso fue exactamente una hora en autobús y éste fue lleno de culpa
y vergüenza. Cuando llegué a casa me fui a mi cuarto y empecé a llorar, le pedí
perdón a Dios por haber sido tan irrespetuosa y explosiva. Y de repente vino
una frase a mi cabeza (... Abro aquí un paréntesis para contar otra historia:
Siempre me ha gustado la música, mi sueño era ser cantante, tenía un grupo
musical con unas amigas y soñaba con el día en que todos me oirían cantar. La
verdad es que sigo siendo una apasionada de la música, pero ya no quiero ser
famosa y conocida. A lo largo de mi vida abandoné el sueño de convertirme en
una cantante, pero nunca quise sacar la música de mí. Yo canto cuando estoy
feliz, cuando estoy triste, ansiosa o simplemente para pasar el tiempo. También
escribo cuando estoy muy MUY feliz o MUY triste).
Y de repente vino una frase a mi cabeza: ♫♫♫ Tú no me pides perfección, sólo quieres mi corazón... ♫♫♫ Cogí un lápiz y papel, me senté en la cama y comencé a cantar y orar. Y
de un corazón lleno de arrepentimiento en 30 minutos nació esta canción...
♫♫♫ Alta Fidelidad
Tú no me pides perfección
Sólo quieres mi corazón
Lo mejor de mí yo te daré
Con todo mi amor yo te serviré...
Él pagó un precio por mí
Compró mis pecados en la cruz
Él me amó con amor eterno,
¡Cómo te amo Jesús!
Tus pasos quiero seguir,
Entregar mi vida por ti
Andar en tus caminos Señor
Esto es lo que más quiero mi Pastor
En Alta Fidelidad, viviré para ti, mi Señor,
En Alta Fidelidad, te daré todo lo que tengo y lo que
soy.
Mi alma en ti confía
Porque yo sé que tú eres un Dios fiel
Voy a perseverar hasta el fin
Hasta que nos encontremos en el cielo
Lo qué Tú quieres de mí es una prueba de amor
Fidelidad sin fin yo te daré mi Señor....
En Alta Fidelidad, viviré para ti, mi Señor,
En Alta Fidelidad, te daré todo lo que tengo y lo que
soy ♫♫♫.
Este acontecimiento en mi vida me recuerda la historia
de un pequeño músico que también era un pastor y luego se convirtió en el
rey del pueblo de Dios. Sí, estoy hablando de David, fue llamado un hombre
conforme al corazón de Dios, no porque no cometió errores, estamos hablando de
un hombre que cometió adulterio, un asesinato, y que no podía disciplinar a sus
hijos. Sin embargo, reconoció su dependencia de Dios y que le importaba mucho
más estar bien con Dios que mantener la apariencia. Después de haber pecado con
Betsabé y de haber matado a su esposo para ocultar su pecado, el profeta Natán
vino a confrontar al rey David por sus malas decisiones basadas en emociones y
¿adivinen qué? La respuesta de David fue el arrepentimiento y para registrar
este momento de su vida, el rey escribió una canción... (El Salmo 51)
1 Ten compasión de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
2 Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
2 Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.
3 Yo reconozco mis transgresiones;
siempre tengo presente mi pecado.
4 Contra ti he pecado, sólo contra ti,
y he hecho lo que es malo ante tus ojos;
por eso, tu sentencia es justa,
y tu juicio, irreprochable.
5 Yo sé que soy malo de nacimiento;
pecador me concibió mi madre.
6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;
en lo secreto me has enseñado sabiduría.
siempre tengo presente mi pecado.
4 Contra ti he pecado, sólo contra ti,
y he hecho lo que es malo ante tus ojos;
por eso, tu sentencia es justa,
y tu juicio, irreprochable.
5 Yo sé que soy malo de nacimiento;
pecador me concibió mi madre.
6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;
en lo secreto me has enseñado sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 Anúnciame gozo y alegría;
infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.
9 Aparta tu rostro de mis pecados
y borra toda mi maldad.
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 Anúnciame gozo y alegría;
infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.
9 Aparta tu rostro de mis pecados
y borra toda mi maldad.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
11 No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
12 Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.
13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos,
y los pecadores se volverán a ti.
y renueva la firmeza de mi espíritu.
11 No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
12 Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.
13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos,
y los pecadores se volverán a ti.
14 Dios mío, Dios de mi salvación,
líbrame de derramar sangre,
y mi lengua alabará tu justicia.
15 Abre, Señor, mis labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
16 Tú no te deleitas en los sacrificios
ni te complacen los holocaustos;
de lo contrario, te los ofrecería.
17 El sacrificio que te agrada
es un espíritu quebrantado;
tú, oh Dios, no desprecias
al corazón quebrantado y arrepentido.
líbrame de derramar sangre,
y mi lengua alabará tu justicia.
15 Abre, Señor, mis labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
16 Tú no te deleitas en los sacrificios
ni te complacen los holocaustos;
de lo contrario, te los ofrecería.
17 El sacrificio que te agrada
es un espíritu quebrantado;
tú, oh Dios, no desprecias
al corazón quebrantado y arrepentido.
18 En tu buena voluntad, haz que prospere Sión;
levanta los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
los holocaustos del todo quemados,
y sobre tu altar se ofrecerán becerros.
levanta los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
los holocaustos del todo quemados,
y sobre tu altar se ofrecerán becerros.
¿Sabes lo que podemos aprender con este pecador? No,
no tenemos que convertirnos en músicos. Pero sí podemos dar una respuesta
sincera de arrepentimiento a Dios siempre que seamos exhortados por el
Espíritu, por la Palabra o por cualquier persona por cualquier pecado que
cometemos. Esto hace que nosotros seamos hombres y mujeres según el corazón de
aquel que nos llama a vivir una vida santa.
"Si confesamos nuestros pecados,
Dios, que es fiel y justo, nos
los perdonará y nos limpiará de toda maldad. (1 Juan 1:9)
¡Ofrece a Dios un corazón arrepentido y agradecido!
Amém. A música ficou linda em espanhol.
ResponderExcluirObrigada!
Excluir