Tú debes estar pensando...
¡Qué horrible Julie! ¿Cómo tuviste coraje de poner esta foto? Créeme, yo no quería, pero
necesitaba poner algo que pudiera representar la frase que elegí para el título
de este post, y esta fue la mejor que he encontrado. Por lo tanto....
NO IMPORTA LO QUE PENSARÁN DE MÍ, ¡YO
QUIERO A DIOS!
Yo nací en un hogar donde mi madre es cristiana.
Desde siempre iba a la iglesia. Realmente creo que eso hizo las cosas más fáciles para que yo decidiera por Cristo, ¡pero no fue fácil!
Cuando yo era niña, era muy tímida, y mis años
de adolescencia fueron mi verdadera fase de rebelde sin causa. Me gustaba tener
mi propia opinión, convicción de mis creencias, yo quería ser diferente a los
demás, quería la independencia y la madurez. Además siempre fui muy
observadora, analista, perfeccionista y controladora (¡cuántos defectos!).
Como yo siempre estaba allí en la iglesia y
miraba a la gente me frustraba bastante, siempre me sentí defraudada por ellos,
ya que tenían una vida "dentro de la iglesia" y otra muy distinta
fuera de ella. Me sentía enojada, creía mejor que asumieran su desprecio por
las cosas de Dios que vivir una falsa religiosidad.
Esta fue una barrera importante para que yo no
quisiera ser cristiana, porque creía que Jesús no cambiaba a nadie en realidad.
Las dificultades que pasábamos como familia también me impedían creer que Dios
realmente me amaba.
Pero para ser clara y específica (yo soy
terriblemente detallista) mi mayor obstáculo no era el mal testimonio de las
personas, porque mi madre era una auténtica cristiana. Ella no era perfecta,
pero cuando busco en mis archivos de la memoria algo sobre ella, me llena de
orgullo ser su hija. Su ejemplo de fe y perseverancia en el Señor me inspiran a
confiar en Él. (¡GRACIAS DIOS POR MI MAMITA!).
Como yo luchaba por mi independencia y no
aceptaba las autoridades, no podía dejar que Dios tomara las decisiones de mi
vida. Yo contaba los días para cumplir 18 años, salir de casa y VIVIR MI VIDA.
Lo que tenía dificultades para comprender era
que YO NO SABÍA HACER BUENAS ELECCIONES.
Aquí hago una pausa para
enseñar una lección que he aprendido. Saber una verdad no es necesariamente
creer en ella. Yo puedo saber que algo está bien, pero no creer que esto pueda
causar algún cambio, ya que cuando realmente creemos en algo la fe que ponemos
en eso nos hace luchar por esta verdad, pagar el precio por ella, porque
tenemos la seguridad, la convicción de que va a generar buenos resultados al
final. A veces actuamos así con la Biblia. Sabemos que es la Verdad de Dios, el
Manual de la vida cristiana, el alimento de nuestra fe, la fuente de la
verdadera sabiduría, la luz que guía nuestro camino, pero no somos capaces de
creer y practicar sus preceptos. Cuando ella confronta a algo que no quiero
dejar, cuando me reta a cambiar algo que me gusta ser o hacer, o simplemente
porque no es igual a mi cultura, mi creencia, mi idea, paso por encima, hago de
cuenta que no es conmigo. En este punto debemos hacer una evaluación de fe.
¿Sólo sé que es verdad o realmente lo creo? A menudo nos pasa eso. La manera en
cómo llevo la crianza de mis hijos, lo que pongo como base en mi matrimonio,
mis amistades, mi ropa, mi manera de hablar, reaccionar ¿está de acuerdo como
se enseña en las Escrituras? ¿O es cómo creo que es mejor, más conveniente para
mí? Si eres un hijo de Dios, decide creer en Sus palabras y ponerlas en
práctica con plena confianza y sin reservas y temores. TE DOY UN RETO DE PROBAR
LA BONDAD DE DIOS Y SU LEALTAD CUMPLIENDO CON INTEGRIDAD LO QUE DICE LA BIBLIA.
No estoy diciendo que todo será más fácil, estamos nadando contra la corriente,
pero puedo garantizar buenos resultados y la paz de Dios en cada decisión.
Yo sufría de depresión desde hace cuatro años, me
sentía muy perjudicada por todos los problemas familiares y emocionales que
tenía y culpaba a Dios por ellos. Yo oraba, pero mis oraciones eran quejas y
protestas. Durante estos cuatro años de oscuridad llegué tan lejos como para
buscar la muerte, pero la gracia de Dios es abundante e interminable y todos
mis intentos se vieron frustrados y se detuvieron.
Fue en esta etapa de mi vida que llegué a un
culto más de domingo por la noche. Recuerdo dónde estaba sentada y la ropa que
llevaba. Como siempre, mi cuerpo estaba allí, pero mi mente estaba en mis
problemas. Podrías preguntarte, pero ¿qué grandes problemas puede tener una
niña de 14 años? Sinceramente no quiero entrar en estos criterios, ya que no es
bueno juzgar a nadie, y no quiero exponer a personas queridas, pero lo que
puedo dejar claro es el hecho de que querer controlar mi vida contribuyó en
gran medida a todo esto.
En algún momento de la predicación, el pastor
dijo algo que me llamó la atención, y aunque recuerdo la ropa que llevaba no
puedo recordar lo que dijo. Lo que sí recuerdo es que me sentía emocionalmente
cansada, sin fuerzas, sin energía. Y cuando se inició el llamado decidí pasar
la pelota a Dios. Y así hice mi oración de entrega: "Dios, ya no puedo con mis
elecciones, todas ellas me hacen sentir lo contrario de lo que busco, es TU
tiempo de elegir por mí. Cámbiame por completo, no quiero ser una hipócrita,
déjame ver los cambios en mí. "
Lloré mucho. Fui adelante y me puse de rodillas,
fue algo voluntario, era consciente en el 100% de lo que significaba mi
decisión. DAR A DIOS EL CONTROL DE MI VIDA. Me arrodillé en el sentido de
sumisión, de humillación mismo.
No puedo mentir que también pasé por una fase de
hipocresía cristiana, pero no estaba satisfecha con eso, ahora que era una hija
de Dios, no quería ser una cristiana común, ¡quería marcar un diferencial!
Mi búsqueda por conocer a Dios siempre fue una
experiencia muy intensa, experimentar Su amor fue lo mejor que me ha pasado y
estoy convencida de que NUNCA, repito, NUNCA nada va a compararse con la
importancia de este evento en mi vida. Mi matrimonio, los hijos, los
ministerios, los amigos, las misiones, todas estas son consecuencias de la
elección perfecta de Dios.
No siempre es fácil de mantener en Sus manos el
control de mi vida. Soy tentada a hacer las cosas a mi manera y a mi tiempo,
pero cuando me acuerdo de cómo era antes y cómo estoy ahora no pienso dos veces
en reafirmar mi compromiso con Dios.
Ni una sola palabra llega a traducir la alegría
y la satisfacción que tengo por permitir que Cristo sea el DUEÑO de todo lo que
tengo y soy. Incluso en los días malos, siento paz, y seguridad en las
promesas, en la fidelidad y en la gracia de mi BUEN PASTOR.
Ya no me importa cambiar de opinión o de actitud
si la Palabra de Dios me enseña que esto no es correcto. No tengo miedo de dar
mis sueños en las manos de mi Creador, para que Él los CAMBIE por los suyos.
CONFÍO que Su voluntad es buena, agradable y perfecta, incluso si todo resulta
diferente a lo que había imaginado. No estoy diciendo que hacerlo es fácil,
pero lucho contra mí misma todos los días, y esta es una decisión diaria y a
veces tengo que tomar la decisión más de una vez por día. Ve lo que dice el
apóstol Pablo en Romanos 7:19-25:
“De hecho,
no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no
quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que
descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el
mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de
Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay
otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y
me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este
cuerpo mortal? ¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro
Señor! En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi
naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.
Cuando Dios nos invita a su familia nos deja
claro quién es el Padre (el que toma las decisiones, el que da las órdenes y
dicta las reglas de la casa). Parece algo malo, pero Dios es un Padre amoroso.
Todo buen padre quiere proteger y cuidar a sus
hijos, aun cuando no lo entienden. Yo misma durante un tiempo muy largo no
entendía muchas de las prohibiciones de mis padres por las cosas que pensé que
me harían feliz. Pensé que eran ladrones de mi FELICIDAD. Ahora me doy cuenta
de que sólo me protegían.
Dios es amor, se preocupa por nuestro futuro, se
esfuerza por darnos lo mejor. Y si Él es así ¿por qué tenemos tanto miedo de
entregarle el 100% de lo que es suyo por derecho, ya que es nuestro creador, y
sin embargo, no nos exige esto, espera que lo hagamos de manera voluntaria.
¡Eso es lo que hice! Entregué voluntariamente el control de mi vida a Él y no
me arrepiento ni por un segundo, ¿sabes por qué? ...
Sin embargo, como está escrito: “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha
escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para
quienes lo aman" (1 Corintios 2:9).
Es lo quiero para mí, ¡la voluntad de Dios!
"♫♫♫ Yo decidí Jesús, recibirte
como mi Señor. Mi derecho es no tener ningún derecho. Mi deseo es simplemente
Tu voluntad. En eso me comprometo con mi palabra de que contigo haré un pacto
de amor ♫♫♫".
Dos canciones de Marcela Gandara que
yo amo escuchar y que tiene todo que ver con el tema de este post. ¡Ojalá te
guste!
Antes de Ti /
Un Largo Viaje
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